BRITANICOS CEPA DEL MAL
El grupo gubernamental israelí que ya ha asesinado 25 000 palestinos en Gaza no es representativo de los judíos en general. Es más bien heredero de una ideología que ha venido cometiendo ese tipo de crímenes desde hace un siglo.
El Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, declaró en la universidad de Valladolid (España): «Creemos que una solución de dos Estados debe ser impuesta desde el exterior para traer la paz. Aunque, insisto, Israel se reafirme en esa negativa [ante la creación de dos Estados] que, para impedirla, han llegado ellos mismos a crear el Hamas (…) Sí, Hamas ha sido financiado por el gobierno de Israel para intentar debilitar a la Autoridad Palestina de Fatah. Pero si no intervenimos fuertemente, la espiral de odio y de violencia seguirá generación tras generación, de funeral en funeral.»
Con esas palabras, Borrell rompía con el discurso oficial occidental, según el cual el Hamas es el enemigo que atacó por sorpresa Israel el 7 de octubre, ataque que supuestamente justifica la respuesta actual de Israel y la masacre que ya ha costado la vida a 25 000 civiles palestinos. Borrell afirmaba en su discurso que enemigos de los judíos pueden contar con el apoyo de ciertos falsos judíos, en particular con el de Benyamin Netanyahu. Simultáneamente, el jefe de la diplomacia europea rechazaba la interpretación comunitaria de la historia y analizaba las responsabilidades de ciertos individuos.
Ese cambio en la narrativa se hizo posible con la salida del Reino Unido de la Unión Europea, hace 4 años. Josep Borrell sabe que la Unión Europea ha financiado el Hamas desde el golpe de Estado que protagonizó en 2006… pero hoy dice al fin lo que ya sabía. Borrell no mencionó los vínculos del Hamas con la Hermandad Musulmana –el Hamas se identifica como la «rama palestina» de esa cofradía–, tampoco habla de la relación de la Hermandad Musulmana con el MI6 –los servicios secretos británicos. Simplemente sugiere que ya es hora de salir de ese engranaje infernal.
Poco a poco, el velo se desgarra. En este preciso momento es necesario pasar revista a la historia. Los hechos son conocidos… pero nadie los vincula entre sí, ni los cita por su orden cronológico. Se trata de hechos, de acontecimientos, cuyo efecto acumulativo resulta esclarecedor. Son hechos que sucedieron principalmente a lo largo de la guerra fría, cuando Occidente cerraba los ojos ante los crímenes que favorecían sus intereses. Pero esos hechos comienzan, en realidad, 20 años antes del inicio de la guerra fría.
En 1915, el ministro del Interior británico judío, Herbert Samuel, redactó un memorándum sobre El Futuro de Palestina. Herbert Samuel quería crear un Estado judío, pero pequeño, que «no pudiese ser lo suficientemente grande como para defenderse». De esa manera, la diáspora judía estaría, a largo plazo, al servicio de los intereses del Imperio británico.
El ministro Herbert Samuel trató inútilmente de convencer al primer ministro, el liberal H. H. Asquith, de crear un Estado judío en Palestina después de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, después de su encuentro con Mark Sykes, justo después de la conclusión de los Acuerdos Sykes-Picot-Sazonov sobre la repartición del Medio Oriente entre las potencias coloniales, Samuel y Sykes siguieron adelante con el proyecto, contando para ello con el apoyo de los «protestantes no conformistas» (hoy se les llamaría «cristianos sionistas»), entre quienes se contaba el nuevo primer ministro británico, David Lloyd George. Este último y su gabinete impartieron las instrucciones que resultaron en la famosa Declaración Balfour para precisar uno de los puntos de los Acuerdos Sykes-Picot-Sazonov, anunciando la creación de un «hogar nacional judío».
Simultáneamente, a través de, Louis Brandeis, juez de la Corte Suprema de Estados Unidos, los «protestantes no conformistas» convencieron al presidente estadounidense Woodrow Wilson para que respaldara su proyecto.
También durante la Primera Guerra Mundial, en el momento de la Revolución Rusa, Herbert Samuel propuso integrar los judíos del desaparecido Imperio ruso, que huían del nuevo régimen surgido en Rusia, a una unidad especial: la Legión Judía. Un judío ucraniano, Zeev Jabotinsky, abrazó aquella proposición, imaginando que, al final de la Primera Guerra Mundial, la recompensa sería la creación de un Estado judío. Herbert Samuel confió a Jabotinsky la tarea de reclutar soldados entre los emigrados rusos. Entre los reclutados estuvieron el judío polaco David Ben Gurion (quien era marxista en aquella época) y el británico Edwin Samuel, hijo del propio Herbert Samuel. David Ben Gurion y Edwin Samuel se destacaron en la batalla de Gallipoli, donde los británicos fueron derrotados por los otomanos.
Al final de la guerra, el fascista Jabotinsky reclamó la creación del Estado que creía haberse ganado. Pero los británicos no tenían intenciones de renunciar a su colonia palestina y se limitaron a mantener su compromiso sobre la creación de un «hogar nacional». En 1920, una parte de los palestinos, conducidos por Izz al-Din al-Qassam (figura cuyo nombre llevan las Brigadas al-Qassam, el brazo armado del Hamas), se sublevó y masacró salvajemente a inmigrantes judíos. Una milicia judía respondió de la misma manera, dando así inicio al conflicto israelo-palestino. Los británicos restauraron el orden arrestando algunos fanáticos, tanto entre los yihadistas como entre los judíos. En el domicilio de Jabotinsky se descubrió un arsenal, lo cual le valió ser condenado a 15 años de cárcel.
Pero el gobierno «protestante no conformista» del primer ministro británico David Lloyd George nombró a Herbert Samuel gobernador de Palestina. En cuanto llegó a Jerusalén, Herbert Samuel emitió una medida de gracia en favor de su amigo Jabotinsky y ordenó su liberación. Después, Herbert Samuel nombró Gran Muftí de Jerusalén al antisemita, Mohamad Amin al-Husayni, quien posteriormente se convertiría en colaborador de los nazis.
En 1936, Jabotinsky urdió un «plan de evacuación» de los judíos del centro y del este de Europa hacia Palestina. Obtuvo el respaldo del mariscal Jozef Pilsudski, jefe del Estado polaco, y de su ministro de Exteriores, Jozef Beck. El plan de Jabotinsky obtuvo también el respaldo del regente húngaro, el almirante Miklos Horthy, y del primer ministro rumano, Gheorghe Tatarescu. Pero nunca llegó a realizarse porque los aliados de Jabotinsky causaban espanto a los judíos del centro y del este de Europa… y porque el Imperio británico se opuso a una emigración masiva hacia Palestina. En definitiva, el entonces presidente de la Organización Sionista Mundial, Chaim Weizmann, aseguró que Jabotinsky estaba implicado en el plan que Francia y Polonia habían pactado con los nazis para deportar la población judía a Madagascar.
Fue en ese momento cuando Zeev Jabotinsky profetizó el Holocausto, ante audiencias de judíos espantados. Según Jabotinsky, al rechazar su plan de evacuación la diáspora provocaría una reacción de violencia antisemita. Para sorpresa de todos, fue precisamente eso lo que los aliados de Jabotinsky comenzaron a ejecutar en Europa: el exterminio de millones de judíos.
En 1939, Jabotinsky planeó una sublevación de los judíos contra los británicos en Palestina, plan que envió a la sección local de los «sionistas revisionistas», el Irgún. El estallido de la Segunda Guerra Mundial obligó a postergar aquel proyecto. Finalmente, Jabotinsky no se estableció en la Italia fascista sino en Estados Unidos, entonces neutral, donde uno de sus discípulos se unió a él para convertirse en su secretario particular. Aquel discípulo era Benzion Netanyahu, el padre del actual primer ministro israelí Benyamin Netanyahu.
Durante la guerra, Zeev Jabotinsky y Benzion Netanyahu recibieron la visita de Leo Strauss, un profesor alemán de filosofía instalado en Chicago. Leo Strauss también era judío y fascista. El antisemitismo de los nazis lo había obligado a huir de Alemania, pero Leo Strauss seguía siendo un fascista convencido. Leo Strauss se convirtió posteriormente en el gurú de los «neoconservadores» estadounidenses y creó su propia escuela de pensamiento asegurando a sus alumnos, después de la Segunda Guerra Mundial, que para evitar una nueva Shoa los judíos tenían que imponer su propia dictadura. Entre los alumnos de Leo Strauss encontramos a personajes como Paul Wolfowitz y Elliott Abrams –este respalda con todas sus fuerzas a Benyamin Netanyahu y ha financiado la «reforma de las instituciones» que la coalición gubernamental de Netanyahu impulsó durante el verano de 20223.
Jabotinsky murió en Nueva York, en 1940. David Ben Gurion se opuso al traslado de sus cenizas a Israel, que solo fue autorizado más de 20 años después, en 1964, por otro primer ministro israelí, Levi Eshkol, también de origen ucraniano.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los «sionistas revisionistas» del Irgún declaran la guerra al Imperio británico, que había limitado la emigración judía hacia Palestina. Bajo el mando de Menajem Beguin, futuro primer ministro israelí de origen bielorruso, los «sionistas revisionistas» del Irgún organizan una serie de atentados, como el realizado contra el hotel King David, que dejó un saldo de 91 muertos, y la masacre de Deir Yassin –un centenar de víctimas.
En noviembre de 1947, la Asamblea General de la ONU adopta un plan que divide Palestina en una zona árabe y una zona judía, con vista a la formación de un Estado binacional. Adelantándose a la aplicación del plan adoptado por la ONU, David Ben Gurion proclama unilateralmente el Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948. Los Estados árabes responden con las armas, mientras que milicias judías inician la expulsión de 750 000 palestinos (la Nakba).
Inquieta ante el desarrollo vertiginoso de los acontecimientos, la Asamblea General de la ONU envía un emisario sueco, el conde Folke Bernadotte, con la misión de establecer las fronteras de los dos futuros Estados. Pero, el 17 de septiembre de 1948, otros «sionistas revisionistas», ahora se trata de miembros del Lehi (también llamado “Grupo Stern”), asesinan al enviado de la ONU en una operación dirigida personalmente por otro futuro primer ministro de Israel, el bielorruso Yitzhak Shamir. Un tribunal israelí condena a los asesinos. El ministro de Exteriores israelí, Moshé Shertok (o Sharett), de origen ucraniano, escribe a la Asamblea General de la ONU solicitando la adhesión de Israel como miembro pleno. El jefe de la diplomacia israelí asegura en su carta que «el Estado de Israel acepta, mediante la presente, sin reserva alguna, las obligaciones que implica la Carta de las Naciones Unidas y se compromete a observarlas a partir del día en que se convierta en Miembros de las Naciones Unidas».
Bajo esas condiciones, claramente expresadas por su ministro de Exteriores, Israel se convierte en miembro de la ONU, el 11 de mayo de 1949. Sólo días después, Yehoshua Cohen, el asesino del enviado de la ONU, es liberado con la mayor discreción… y se convierte en guardaespaldas del primer ministro David Ben Gurion.
De 1955 a 1965, Yitzhak Shamir, quien había dirigido el asesinato del conde Folke Bernadotte, dirige un departamento del Mosad, la agencia de espionaje y acciones exteriores del joven Estado israelí. Sin prevenir a sus superiores, Yitzhak Shamir estructura la policía secreta del shah de Irán, la SAVAK. Unos 200 hombres del Mosad israelí viajan a Irán para enseñar métodos de tortura a los hombres de la SAVAK, con la eficiente asistencia de ex nazis . Posteriormente, en 1979, mientras negocia con Egipto los Acuerdos de Camp David, Yitzhak Shamir traslada al Congo los hombres que había enviado a Irán. Probablemente con apoyo de la CIA estadounidense, hombres del Mosad israelí asumen la dirección de la policía secreta de Mobotu Sese Seko. Yitzhak Shamir viaja al Congo para supervisar personalmente la actividad de sus hombres.
Durante la guerra fría, Yitzhak Shamir ayuda también a la dictadura de Taiwán.
Pero es a espaldas de Estados Unidos que Yitzhak Shamir crea en Nueva York un grupo terrorista, la Jewish Defense League del rabino Meir Kahane . Shamir supervisa además una campaña tendiente a estimular la emigración de judíos soviéticos a Israel, atentados contra la misión diplomática soviética en la ONU y, finalmente, contra la legación de la Organización de Liberación de Palestina (OLP).
En Sudáfrica, Yitzhak Shamir establece alianzas con el régimen del apartheid , participa en la creación de los «bantustanes», falsos Estados que permiten al régimen del apartheid afirmar que la población negra ya no es sudafricana sino extranjera, modelo que los «sionistas revisionistas» aplicarán después a los palestinos.
También en el marco de la alianza de Israel con el régimen del apartheid, Yitzhak Shamir hace que Israel financie las investigaciones del doctor Wouter Basson, el médico personal del presidente sudafricano Pieter Botha. Con un equipo de 200 científicos a sus órdenes, el doctor Basson tratan de encontrar o de crear enfermedades que afecten sólo a los negros y los árabes (Projet Coast .
Agregando más crímenes a los crímenes, Yitzhak Shamir apoya también el régimen racista de Rhodesia y la lucha contra la independencia de las colonias portuguesas de Mozambique y Angola.
En Sudamérica, Yitzhak Shamir se asocia con la dictadura del general guatemalteco Efraín Rios Montt, suministrándole armas y supervisando su policía secreta. En Guatemala crea también un instituto de informática dedicado a vigilar el consumo de agua y de electricidad como medio de detectar y localizar actividades clandestinas, impone a la población maya el modo de producción de los kibutz para hacerla trabajar y vigilarla sin tener que hacer una reforma agraria. Estimulado por la protección y la colaboración israelí, el régimen de Rios Montt asesina 250 000 personas, fundamentalmente miembros de los pueblos originarios , modelo que los sionistas revisionistas quisieran aplicar a los palestinos. Los informes entre Israel y Estados Unidos sobre el «experimento guatemalteco» se transmiten a Washington a través de Elliott Abrams, discípulo de Leo Strauss.
Es importante señalar que a lo largo de la guerra fría los «sionistas revisionistas» israelíes nunca actuaron en pro de los intereses del bando occidental. Lo que hicieron fue más bien aprovechar las oportunidades se les ofrecían para hacer lo que Zeev Jabotinsky siempre había hecho: ejercer el poder por la fuerza y a cualquier precio.
Al final de la guerra fría, el presidente estadounidense George Bush padre convocó la Conferencia de Madrid sobre la cuestión palestina. En aquella conferencia, la delegación de Israel, encabezada por Yitzhak Shamir, entonces primer ministro, exigió que se abrogara la resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU antes de continuar los debates. La resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU, adoptada en 1975, proclama que «el sionismo es una forma de racismo y de discriminación racial». En aquel momento, un Yitzhak Shamir grandilocuente lanza: «Con un corazón abierto, llamamos los dirigentes árabes a dar el paso valeroso y a responder a nuestra mano tendida en paz.» Creyendo garantizar así la conclusión de un acuerdo, la Asamblea General acepta el pedido israelí. Pero Israel no aceptará ningún compromiso y pondrá en juego toda su influencia en Washington para impedir que George Bush padre pueda aspirar a un segundo mandato presidencial.
Después de este recuento histórico, se impone recordar algunos hechos sobre las personalidades que componen el dispositivo actual.
La alianza de los «sionistas revisionistas» israelíes y los «nacionalistas integristas» ucranianos se reanudó a raíz de la disolución de la Unión Soviética. Un oligarca mafioso, el judío Ihor Kolomoiski, aupó a un joven humorista judío, Volodimir Zelenski, imponiéndolo en la escena política mientras financiaba las milicias nacionalistas integristas que asediaban y bombardeaban a las poblaciones rusoparlantes del Donbass. El refusenik Natan Sharanski, ex ministro de Ariel Sharon, organiza reuniones entre personalidades judías del mundo entero y miembros del gabinete del presidente ucraniano Zelenski, mientras que este último confía el mando de fuerzas militares al “fuhrer blanco” Andriy Biletsky, quien dirigió las tropas de Kiev en las batallas de Mariupol y Bajmut.
El 19 de julio de 2018, por iniciativa de los «sionistas revisionistas», el parlamento israelí adoptó una ley en la que Israel se proclama «Estado judío», con el hebreo como única lengua oficial y Jerusalén unificada como capital. Las colonias judías en los territorios palestinos son consideradas como de «interés nacional».
Cuatro años después de la adopción de esa ley, Benyamin Netanyahu instaura un gobierno con una coalición conformada con los discípulos del rabino Kahane. En 2022, Itamar Ben-Gvir, presidente del partido Otzma Yehudit (Poder Judío) declara que expulsará a los árabes de Palestina, miembros de su partido lanzan un ataque contra la localidad cisjordana de Huwara –en febrero de 2023–, 7 meses antes del ataque palestino del 7 de octubre. En pocas horas, los colonos israelíes incendian cientos de vehículos y 36 casas en Huwara, arremeten contra los habitantes de la localidad, dejando 400 heridos, y matan a un hombre ante la mirada impasible del ejército israelí, que rodeaba la localidad pero que no interviene ante las acciones violentas de los colonos.
Este breve resumen histórico nos muestra que ya no se trata de un problema israelo-árabe, como tampoco existe un problema “ruso-ucraniano”. Lo que vemos es un problema de todos con una ideología que, en lugares y en épocas diferentes, sólo ha sembrado sufrimiento y muerte.