Mentiras de EEUU e Inglaterra para confundir a la opinión publica mundial

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La proposición rusa a Estados Unidos de Tratado Bilateral estableciendo garantías de seguridad, ‎tratado que el Kremlin hizo público el 17 de diciembre de 2021, recibió una doble respuesta de ‎Estados Unidos y de la OTAN el 26 de enero de 2022 –un mes y medio más tarde. ‎

La proposición rusa plantea que tanto Estados Unidos como Rusia se atengan al más estricto ‎respeto de la Carta de la ONU y que Washington respete su promesa incumplida de ‎no extender la OTAN más allá de la línea Oder-Neisse, que marca la frontera entre Alemania ‎y Polonia. ‎

Estados Unidos mantiene en secreto el contenido de su respuesta. Pero el secretario de Estado ‎Antony Blinken afirmó que su país rechaza toda limitación a la extensión de la OTAN. El ministro ‎de Defensa del Reino Unido, Ben Wallace, fue más lejos al asegurar ante la Cámara de los ‎Comunes que: «Numerosos países se han unido a la alianza no porque la OTAN los obliga sino a ‎causa de la voluntad libremente expresada de los gobiernos y pueblos de esos países.»‎

El ministro de Exteriores de la Federación Rusa, Serguei Lavrov, recordó que Estados Unidos, ‎Reino Unido y todos los demás Estados miembros de la Organización para la Seguridad y la ‎Cooperación en Europa (OSCE) son firmantes de las declaraciones de Estambul (1999) y de Astaná ‎‎(2010). Esos dos documentos, que portan las firmas de 57 jefes de Estado y de gobierno, ‎establecen dos principios:‎
‎1- Cada país es libre de unirse a una alianza militar;‎
‎2- Cada país tiene la obligación de no reforzar su seguridad a costa de la seguridad de ‎los demás. ‎

Pero es evidente que la admisión en la OTAN de los ex miembros del Pacto de Varsovia, lo cual ‎implica el despliegue en sus territorios de armamento y tropas de Estados Unidos, amenaza la ‎seguridad de Rusia. ‎

La afirmación del ministro británico Ben Wallace sobre la voluntad de ciertos pueblos de ‎incorporarse a la OTAN es simplemente falsa. Por ejemplo, en el referéndum realizado el 30 de ‎septiembre de 2018 sobre la entrada de Macedonia del Norte a la OTAN, consulta que terminó ‎con 91,46% de votos a favor, los electores que votaron “Sí” representaban sólo un 33,75% del ‎electorado macedonio. Además, la incorporación de cualquier país a la OTAN sólo es válida ‎después de haber sido aceptada por todos los demas Estados miembros de ese bloque militar. ‎

La respuesta de la OTAN a Rusia también es secreta, pero el secretario general del bloque ‎atlántico, Jens Stoltenberg, organizó una conferencia de prensa para explicarla [1]. Según Stoltenberg esa respuesta secreta incluye 3 proposiciones y una ‎exigencia:‎
‎- Reabrir las misiones diplomáticas respectivas de la OTAN y Rusia;‎
‎- iniciar nuevas discusiones sobre el control de armamentos y las reglas aplicables a los misiles de ‎alcance intermedio y corto;‎
‎- proponer nuevas reglas de transparencia sobre los ejercicios militares y las doctrinas nucleares. ‎
‎- Exigencia de retirar las tropas rusas de Transnistria, Crimea, Abjasia y Osetia del Sur, territorios ‎que Washington considera “ocupados” por las fuerzas armadas rusas en las repúblicas ‎ex sovieticas de Moldavia, Ucrania y Georgia. ‎

Las tres propuestas de Washington apuntan a atenuar el peligro de conflicto nuclear. Dentro de ‎lo que se sabe de la respuesta estadounidense, esas propuestas se caracterizan por ser temas ‎reales de eventuales negociaciones. Y demuestran que los países miembros de la OTAN tienen ‎conciencia de que existen verdaderos riesgos de guerra nuclear. ‎

La exigencia de «evacuar» Transnistria, Crimea, Abjasia y Osetia del Sur demuestra nuevamente ‎que el bloque occidental rechaza el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, un derecho ‎claramente enunciado en la Carta de la ONU. La historia de esos 4 territorios evidencia que ‎sus poblaciones no son moldavas, ucranianas ni georgianas. No han sido teatros de “limpiezas ‎étnicas” y cada pueblo ha optado allí por la vía de la independencia mediante la realización de ‎referendos. Además, no debemos olvidar que la Crimea independiente solicitó reintegrarse a la ‎Federación Rusa, solicitud que Rusia aceptó. ‎

Pero todo sucede como si Estados Unidos y la OTAN padecieran un terrible ataque de sordera ‎ante Rusia. ‎

El presidente ucraniano Zelensky ha declarado repetidamente que Rusia ‎no amenaza con invadir Ucrania. ‎

Durante estas últimas semanas, Bulgaria, Dinamarca, España, Estonia, Italia, Letonia, Lituania, ‎Polonia, Rumania y el Reino Unido han estado enviando armas a Ucrania o han desplegado tropas ‎para “defenderla” [2]. ‎Mientras tanto, la prensa estadounidense ha propalado rumores sobre una hipotética invasión ‎rusa contra Ucrania para febrero, rumores ampliamente repercutidos por los medios de difusión ‎de Europa central, Europa oriental y los países bálticos. ‎

Sin embargo, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky y su ministro de Defensa no dejan de ‎repetir que no existe tal peligro y que Ucrania no está amenazada a corto plazo [3].‎

Esta disonancia en el seno del bloque occidental resulta sorprendente. Y confirma que ‎Estados Unidos no razona en función de la realidad. Rusia sabía que su proposición de tratado ‎enfrentaría el rechazo de Estados Unidos, pero no imaginó que la respuesta se limitaría a una ‎serie de gruñidos que no aportan el menor argumento y simplemente ignoran los argumentos ‎rusos. ‎

El presidente Biden parece haber adoptado la estrategia que el presidente Richard Nixon utilizó ‎antes frente a la URSS, la estrategia del loco (Mad man theory), que consiste en lanzar ‎declaraciones incoherentes con la esperanza de intimidar al adversario y hacerlo retroceder. ‎También está, según la fórmula del profesor Thomas Schelling, la variante que consiste en lanzar ‎‎«una amenaza que deje espacio a la casualidad». Pero todo eso fracasó en el momento de ‎la agresión de Estados Unidos contra Vietnam y es poco probable que llegue a tener éxito ‎ahora, sobre todo porque ha quedado demostrado que el equipo del presidente ruso Vladimir ‎Putin es mucho más eficaz que el del Primer Secretario Leonid Brejnev. Estamos viendo a un ‎jugador de póker frente a un ajedrecista. ‎

La tensión alrededor de Ucrania podría encontrar fácilmente una solución diplomática. En primer ‎lugar porque, aunque el gobierno de Estados Unidos y la OTAN siguen repitiendo que Ucrania ‎tiene derecho a ser miembro de la alianza atlántica, la realidad es que esa posibilidad no está ‎planteada en este momento ni a mediano plazo. Y también porque bastaría que la OTAN ‎reiterara su declaración de 1996, según la cual no tiene «ninguna intención, ningún plan ni ‎ninguna razón para desplegar armas nucleares en el territorio de sus nuevos miembros» –los ‎famosos tres «No»– para que todo vuelva a la normalidad, a corto plazo, en el plano militar ‎‎ [4]. Aunque no hay que olvidar que ‎el problema que Rusia plantea no es la presencia de armas estadounidenses en Ucrania sino, ‎de manera mucho más general, la cuestión del respeto de los tratados. ‎

Mientras Estados Unidos y Rusia siguen enzarzados en ese extraño juego, algunos aliados de ‎Washington comienzan a mostrar sus divergencias. ‎

En primer lugar está el Reino Unido, que ha reactivado las redes stay-behind creadas durante la ‎guerra fría. A menudo se olvida que la OTAN es históricamente una creación conjunta de ‎Estados Unidos y del Reino Unido. Es cierto que, según la definición del célebre presidente ‎francés Charles de Gaulle, la OTAN sólo es la tapadera de la dominación estadounidense ‎en Europa ya que el Comandante Supremo de las fuerzas de la alianza atlántica es siempre un ‎militar estadounidense. Pero las decisiones políticas se toman conjuntamente entre Washington ‎y Londres y los demás “aliados” en realidad son vasallos. Claro, eso no es lo que dice el ‎Tratado del Atlántico Norte… pero es lo que quedó demostrado otra vez durante la guerra ‎contra Libia. El Consejo del Atlántico Norte no se reunió para decidir el ataque contra Trípoli ‎porque varios miembros se habrían pronunciado en contra. Así que la decisión se tomó en una ‎reunión secreta realizada en Nápoles con la participación de Estados Unidos y del Reino Unido y ‎unos pocos aliados seleccionados por Washington y Londres. ‎

Para sembrar el miedo entre sus aliados y justificar la reactivación de las ‎redes “stay-behind”, el Reino Unido acusó a varios políticos ucranianos de estar preparando un ‎gobierno dispuesto a colaborar con Rusia después de una hipotética invasión. Yevgeniy ‎Murayev respondió sarcásticamente que sólo los británicos podían inventarse personajes al ‎estilo de James Bond y llamó a sus compatriotas ucranianos a no dividirse en prooccidentales y ‎prorrusos y a defender juntos el país.
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Fue este papel de señores de la guerra que Washington y Londres se atribuyen al dar órdenes a ‎sus vasallos-aliados de la OTAN lo que llevó a la creación y desarrollo –durante la guerra fría– de ‎las redes stay-behind, mediante las cuales Estados Unidos y el Reino Unido intervinieron en la ‎política interna de los demás Estados miembros del bloque atlántico. Esa intervención ‎generalizada se concretó con el consentimiento de principio de los países “intervenidos”, pero a ‎sus espaldas [5] e ‎incluyó tanto el asesinato del primer ministro italiano Aldo Moro como el derrocamiento del ‎gobierno republicano en Grecia y la imposición en ese país de la «dictadura de los coroneles». ‎En Francia, la OTAN apoyó el terrorismo de la Organización del Ejército Secreto (OAS), ‎orquestando unos 40 intentos de asesinato contra el presidente Charles de Gaulle. ‎

En los últimos días, el Pentágono reveló públicamente que las redes stay-behind –que ‎en realidad nunca llegaron a ser disueltas, a pesar de numerosos anuncios que así lo afirmaban– ahora ‎se extienden hasta Ucrania. Debido a ello, Rusia estima –con toda lógica– que Ucrania ya ‎es miembro de facto de la OTAN, pero sin que Kiev pueda contar con la protección del ‎Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte. ‎

Londres anunció además que reforzaría su solidaridad militar con Polonia en el marco de una ‎alianza trilateral con Ucrania [6]. En pocas semanas, Varsovia se ha ‎convertido en punto de paso obligado de toda el armamento enviado a Kiev. Pero los polacos ‎no quieren exponerse demasiado y, para cubrirse las espaldas, están proponiendo a Rusia ‎permitirle inspeccionar las bases de Estados Unidos en suelo polaco con la condición de poder ‎inspeccionar ellos las bases rusas en el enclave de Kaliningrado [7].‎

Washington y Londres sienten inquietud ante la falta de entusiasmo del nuevo gobierno alemán, ‎encabezado por el canciller Olaf Scholz.
Berlín se ha negado a permitir que los aviones británicos utilicen el espacio aéreo de Alemania ‎para armar a Ucrania. Según los tratados en vigor, los alemanes no podrían oponerse a ello ‎si el Pentágono emitiera una solicitud en ese sentido.
Berlín pide que la cuestión de Ucrania se separe de la puesta en funcionamiento del gasoducto ‎Nord Stream 2, indispensable para la economía alemana.‎
Además, Berlín no está respetando el compromiso de dedicar un 2% de su PIB a los gastos ‎militares –les dedica “solamente” un 1,5% del PIB.
Así que el secretario de Estado Antony Blinken voló a Berlín para sermonear personalmente al ‎gobierno del canciller Scholtz. Pero, en vez de ocuparse de negociar con Rusia, Alemania está ‎enredada en las negociaciones internas de su gobierno de coalición. ‎

En cuanto a Francia, el presidente Emmanuel Macron retomó las negociaciones en el formato ‎Normandía para aplicar los Acuerdos de Minsk y pacificar Ucrania. Macron tuvo una larga ‎videoconferencia con el presidente ruso Vladimir Putin pero, en ese asunto, el problema no es ‎Rusia. Es el gobierno de Ucrania quien se niega a aplicar esos Acuerdos, a pesar de haberlos ‎firmado. Por consiguiente, es Kiev quien prosigue el conflicto en Donbass. ‎

Volvamos a Washington. La clase política estadounidense es unánime en contra de Rusia, pero ‎está dividida en cuanto a cómo hacerla ceder. Durante 3 semanas los políticos de Washington ‎discutieron sobre la adopción de terribles sanciones. Pero si llegasen a concretar alguna, estarían ‎sancionando a Rusia antes de haber invadido Ucrania y Moscú podría invadir después, ‎sin temer nuevas represalias de parte de un adversario que habría agotado por adelantado ‎su “arsenal” en materia de sanciones. ‎

Viendo las cosas más seriamente, los republicanos apoyan las proposiciones de la Heritage ‎Foundation [8], mientras que ‎los demócratas se aferran a las del Center for American Progress [9]. Pero todos están perfectamente conscientes de que aplicar los ‎compromisos contraídos en la OSCE con la firma de las declaraciones de Estambul, en 1999, y de ‎Astaná, en 2010, sería sencillamente el principio del fin. El «Imperio Americano» está ‎en peligro, pero no por la «amenaza rusa» sino “por culpa” del Derecho Internacional que ‎todavía sigue sin aplicarse. ‎

La interrogante que se plantea ahora es: ¿Qué medios está dispuesta Rusia a desplegar para ‎obligar a Washington a respetar el Derecho Internacional? Por supuesto, hablando del Derecho ‎Internacional en el sentido de la ONU y no como lo ve Washington. ‎

El viceministro ruso de Exteriores Serguei Riabkov había dejado planear la duda sobre un posible ‎despliegue de misiles en Cuba o en Venezuela. Pero el vicepresidente del Consejo de Seguridad ‎ruso, Dimitri Medvedev, declaró después que tal cosa está «fuera de discusión» ya que ‎afectaría los intereses soberanos de esos países [10]. Esto es una manera de subrayar que el despliegue de ‎armamento estadounidense en Europa es contrario a los intereses de los países que reciben ese ‎armamento. ‎

Zhang Jun, representante permanente de China en el Consejo de Seguridad de la ONU (aquí ‎lo vemos conversando con su homólogo ruso), acaba de cuestionar la ocupación israelí en el ‎Golán sirio y la presencia de tropas de Estados Unidos en suelo sirio.‎

Así que hay que mirar hacia otros cielos. Hacia el de Siria, por ejemplo, donde la fuerza aérea ‎siria y las Fuerzas Aeroespaciales rusas iniciaron una maniobra conjunta sobre el Golán, territorio ‎jurídicamente sirio según la ONU pero ilegalmente anexado por Israel en 1981. Los militares ‎israelíes no se atrevieron a abrir fuego contra los aviones sirios y rusos. La exigencia de respeto ‎para los tratados no va dirigida sólo a Estados Unidos. También apunta a Israel. ‎

La lentitud de Washington en responder la proposición rusa, entregada a finales de 2021, y la ‎histeria visible en el Congreso estadounidense han despertado a China. El gigante asiático tomó ‎debida nota sobre la 2022 National Defense Authorization Act (NDAA), promulgada el 27 de ‎diciembre de 2021. Esa nueva ley estadounidense prevé un presupuesto de defensa ‎desmesuradamente gigantesco de ¡768 000 millones de dólares! –sin contar los gastos ‎destinados al arsenal nuclear. Nadie ha leído ese texto hasta el final –son 2 186 páginas– pero ‎todos saben que está claramente dirigido contra China. Así que el ministro chino de Exteriores, ‎Wang Yi, advirtió al secretario de Estado Antony Blinken que Estados Unidos debe tener ‎en cuenta las demandas «justificadas» de Moscú. Paso a paso se confirma la alianza entre ‎China y Rusia, un eje demasiado poderoso para Estados Unidos y sus aliados. ‎

Una última observación. Cuando Washington informó a Moscú que concluía su respuesta escrita, ‎el 23 de enero, precisó que deseaba que su contenido quedara en secreto [11]. Y Rusia aceptó. ‎La única explicación es que la Casa Blanca se disponía a decir cosas diferentes a sus diferentes ‎interlocutores. Eso quiere decir que Occidente ha abandonado la Democracia para entrar en el ‎terreno de la diplomacia secreta. ‎

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