En una misa celebrada en la catedral, el arzobispo de La Plata acompaño a la Renovación Carismática en la elección de las nuevas autoridades del equipo de coordinación de la región platense.
Con el objetivo de elegir a las nuevas autoridades, el equipo de la Renovación Carismática (RCC) de la región platense se congregó el domingo 3 de julio en la catedral Inmaculada Concepción para ofrendarse al Señor. Allí, el arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Manuel Fernández, presidió la misa en la que aseguró que “estas celebraciones donde está la Iglesia reunida son alegría, y cuando ocurre algo bello en la Iglesia hay que alegrarse con ella”.
En ese sentido, el arzobispo le pidió a los carismáticos, no conformarse “con hacer dos o tres seminarios por año, el Señor merece más y su Iglesia necesita más. Más fuerza misionera, para no ser los siempre los mismos los que hacen los seminarios de vida, o los que ya están, y pescamos dentro de la pecera”, señaló.
“Aquí hay que salir a conquistar los corazones cerrados -exhortó el arzobispo- hasta que queden ungidos por la fuerza del Espíritu. Para eso están ustedes tomados y enviados por el Espíritu”.
En ese sentido, recordando la Palabra escuchada, monseñor Fernández señaló que la misma dice que “si la misión te trae cansancios, dolores de cabeza, ingratitudes, molestias, si rompe con tus esquemas y tus comodidades, ¿qué esperabas? Jesús dio la sangre y se llenó de heridas para cumplir su misión. Esas molestias y cansancios son tus heridas, son las llagas que compartís con el Señor. El que anda por una selva se llena de lastimaduras, de raspaduras, de heridas, sangra y se cansa. Así ocurre también en la misión”.
Pero esos cansancios y molestias, continuó, “son tu gloria, que compartís con el Cristo entregado en la cruz. Por eso, dice San Pablo: ‘Yo sólo me gloriaré en Jesucristo porque llevo en mí sus llagas’. ¡Qué hermoso, cuánta ternura! Y San Pablo en sus cartas cuenta cuáles son esas llagas: persecuciones, azotes, cárceles, aparentes fracasos, naufragios y muchas molestias más. Pero se gloriaba en esas llagas y seguía adelante porque sabía que así la Iglesia salía bendecida.