El asesinato del líder del Buró Político de Hamás, Ismail Haniyeh, ha acabado con toda posibilidad de un alto el fuego duradero en Gaza –en términos favorables para los palestinos– y deja un enorme vacío político dentro del movimiento de resistencia.

El asesinato, que tuvo lugar durante una visita oficial a Teherán para la investidura del presidente iraní Masoud Pezeshkian, coincidió con los 300 días de la guerra genocida de Israel en la Franja de Gaza. Haniyeh fue el principal negociador palestino en las conversaciones indirectas de alto el fuego que duraron meses con la delegación israelí, entre ellos el jefe del Mossad, David Barnea, cuya organización, según se informa, ejecutó la impactante operación de asesinato.

El hecho de que el líder del movimiento político haya sido el blanco de este ataque refleja la política sistemática de Israel de asesinar a dirigentes capaces de unificar filas y profundizar las relaciones con las potencias regionales e internacionales. Esto también explica el motivo del asesinato el 2 de enero en Beirut de Saleh al-Arouri, la figura clave de Hamás que gestiona las relaciones entre Teherán, Ankara, Líbano y Doha.

Haniyeh también se distinguió no sólo por su capacidad de superar la brecha visual entre las alas militar y política de Hamás, sino también por establecer vínculos exitosos con varias potencias regionales e internacionales y desempeñar un papel importante en la promoción de los intereses del grupo de resistencia en sus tres regiones objetivo: Gaza, Cisjordania ocupada y el exterior.

El asesinato de Haniyeh ha creado una necesidad urgente de reorganizar el sistema interno de Hamás –particularmente urgente dada la actual guerra genocida de Israel en Gaza– y reconciliar las opiniones dispares de sus líderes, como Yahya Sinwar en Gaza y Khaled Meshaal en el exterior.